Si hay alguna idea que nos invade continuamente cuando reflexionamos en torno a los centros de acogida, ésta es la idea de tránsito. Las migraciones animales o los movimientos migratorios de personas que huyen de una determinada situación en su territorio no sólo suponen un trayecto sino que generan profundos cambios en sus vidas. Los centros de acogida son pues, un alto en su camino.
El Cabanyal es un ejemplo paradigmático en este sentido. Desde sus orígenes, el barrio ha sufrido procesos de transformación tanto morfológica como social que lo han inmerso en un continuo estado de tránsito. Desde la sustitución de las históricas barracas y viviendas de pescadores por edificaciones de tinte modernista y edificios en altura hasta una situación encaminada hacia la regeneración y la reactivación.
Tránsito. Una palabra que también nos habla del mar, del movimiento de las olas que penetran y vuelven a su origen; de la transición entre dos escalas urbanas que supone El Clot y del avance de la línea de costa que gana terreno al mar.
La idea de tránsito es pues, el hilo conductor de todo el proyecto. Un proyecto que nace como resultado de la lectura urbana y social, que lo integra y lo enraíza en el lugar recogiendo las trazas y los flujos propios del territorio. Que supone también un ejercicio de conservación de aquellos elementos que forman parte de la mediterránea identidad del barrio.
La ambigüedad y los límites entre el espacio público y privado, interior y exterior, luz y sombra; el sistema constructivo y estructural de muros portantes con cubierta de madera; la parcelación o los elementos climáticos como la ventilación cruzada este-oeste son algunos de ellos.
Estos muros portantes a modo de cicatrices en el lugar asumen el papel estereotómico del proyecto. Unas cicatrices que pasan a ser oportunidades cuando todo queda comprimido junto a ellas, generando un espacio entre muros desmaterializado, tectónico y potencialmente flexible.